Monday, October 13, 2008

Ni siquiera quedó el recuerdo

La memoria parecía un papel estrujado y echado a la basura. Te había borrado completamente de mi vida y, para acordarme de que alguna vez exististe o de que alguna vez compartimos un instante de empatía, tuve que entrecerrar los ojos y, metiendo la mano en el zafacón de los recuerdos, desenvolver aquella pequeña bolita en la que se había convertido la ensortijada madeja de los recuerdos de las tardes tranquilas y calientes del trópico.

Me saludaste con total entusiasmo. Yo respondí con total indiferencia. Ya no podía acordarme si había sido a costa tuya que quizás alguna vez lloré mucho, reí mucho, si alguna vez me hiciste sonrojar o si alguna vez sacaste de mí un gemido de placer.

Mientras venías caminando hacia mi ventanilla, con las manos en los bolsillos, arrogante, jamás tímido, no me pareciste capaz de la indiferencia total hacia mí en aquellos días en los que hubiera dado lo que no tenía por una sola gota de la miel de tus besos. Bajé el cristal de mi vehículo.

- ¡Clara, preciosa!
- Eli – dije tratando de sostener en mi cara la mueca de hastío por tiempo suficiente para que pareciera una sonrisa- ¡Sigues siendo tan escandaloso!
- ¡Cuánto tiempo sin verte! (ladeabas un poco la cabeza y sacabas tu mirada pícara; recordé porqué eras/eres irresistible…)
- Bien ¿Y tú? – no respondí coherentemente, porque seguía buscando la razón por la que lloré tanto cuando no aparecías. Cuando te veía en la universidad y no hacías caso pensaba que moría…
- Debes darme tu teléfono, para que nos juntemos de nuevo, para vernos, estás linda…

Y, como si el universo y yo nos hubiésemos puesto de acuerdo para dar una estocada final, los carros empezaron a avanzar de nuevo. Empecé a subir la ventanilla.

- Lo siento, Eli, no me interesa…

Avancé feliz de que se hubiera hecho realidad uno de los grandes momentos de la vida de una mujer: cuando puede avanzar al futuro, porque ya no le importa el pasado, porque luego aquello que no fue precioso se convertirá en un hilo enmarañado al que sólo veremos de nuevo en un atisbo sin peso, infructífero; nos damos cuenta de que ni siquiera nos quedó el recuerdo.

De la serie de las vidas pasadas
Kenia Gómez
Octubre 12, 2008

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